¡Cantemos! ¡Cantemos todos! Por el fin del día,
el baño y el descanso merecido
que nos lava el cuerpo espolvoreado y fatigado.
Es un vago el que no canta,
el día no ha terminado, ni la ha comenzado,
no está espolvoreado ni fatigado se puede encontrar.
El agua caliente es algo noble,
como lo es la barra de la taberna
o la poltrona junto al fuego en el hogar.
Es agradable el sonido del agua de la lluvia,
y la del arroyo cuando cae de la colina a la llanura;
es agradable el viento cuando te acaricia
y la mujer que te recibe con los brazos abiertos;
pero también lo es el revuelo en la taberna,
con una jarra de espumosa cerveza en la mano
después de pasar por el agua caliente
y un buen plato de cocido humeante.
El agua fresca no podemos menospreciar,
calma una garganta sedienta y hace crecer lo cultivado;
el viento tampoco, ya que del calor te rehace,
y la mujer reconforta con su compañía
y buenas comidas por las fuerzas recuperar;
pero también apreciamos la cerveza
si es bebida lo que estamos buscando,
y aquel olor rancio de un lugar sin ventilar,
como la compañía ruidosa de otros hortelanos
después de que el agua caliente nos haya relajado.
Veneramos el agua fresca que es buena,
un preciado tesoro debajo del Cielo,
como también lo es la mujer y el fuego en el suelo,
el plato caliente en la mesa y el viento;
pero también el agua caliente para dejarnos bien limpios,
las ruidosas risas en la taberna
y la espumosa cerveza ¡Cantemos!